Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa. Se encaminó hacia allí con paso seguro, poniéndose detrás de un señor mayor. Miró lo que éste iba a comprar y comprobó con regocijo que su mercancía estaba algo deslucida, mal peinada y entradita en carnes, observó que en la frente llevaba el letrero de saldo. El hombre también examinó sin disimulo lo que ella había comprado. Levantó la barbilla orgullosa, se había llevado el mejor y además, había añadido al modelo de serie, algunas prestaciones adicionales: fidelidad, inteligencia y sentido del humor. No había sido barato, no, pero ella quería algo bueno, que le durase toda la vida. Sin duda, pensó orgullosa, se llevaba el mejor hombre de la tienda.
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