ERES EL LECTOR NÚMERO...

martes, 13 de septiembre de 2011

Rebelión en las páginas

Empujé con decisión la puerta de aquél sórdido club de las afueras, me quedé de pie en el umbral, esperando que mis ojos se acostumbraran al humo y la oscuridad, después escudriñé ansiosa a la clientela mientras sonaba de fondo una canción antigua.
Por fin le vi. Allí estaba, sentado en un taburete cerca de la barra, con su elegante chaqueta oscura, su finísimo bigote y sus burlones ojos clavados en mi, esbozando una sonrisa que era mas bien una mueca. Detrás de él, de pie, con una cortina de pelo rubio cayendo sobre su rostro y una mano de finos dedos apoyada en su hombro, estaba ella. Con la otra mano, sostenía un vaso largo y un cigarrillo sin filtro. Al percatarse de mi presencia, alzó la barbilla desafiante y clavó en mi sus ojos azules, fríos como puñales.
Así que era verdad, me dije. Mis pensamientos volaron muy lejos de allí, hacia la página a medio escribir que había dejado en el ordenador, al salir precipitadamente en su busca. Mi corazón se encogió al recordar las palabras que había descubierto esa noche en el espejo de mi cuarto de baño, garrapateadas con un lápiz de labios idéntico al que ella llevaba ahora:
”nos vamos, los personajes de tu novela queremos vivir nuestra vida, no trates de encontrarnos”.
Pero no podía permitirlo, eran mis criaturas, yo los había creado, les había dado vida. A él sus delicadas facciones, su aire de gentleman, su encanto. A ella su esbelta silueta y su aspecto de mujer fatal. Gracias a mi estaban juntos, si yo quería los separaría para siempre, sólo necesitaba teclear algunas frases y podría hacerles felices o desgraciados a mi conveniencia.  Ensimismada como estaba en mis ínfulas de Dios creador que da y quita la vida, me había distraído por un momento, desviando mi atención de sus rostros. Mi mirada volvió a deslizarse por el local para posarse de nuevo en ellos, pero ya no estaban. Sólo un cigarrillo sin filtro, humeante junto a un taburete vacío, me decía que no lo había soñado.

Femenino Singular

Femenino singular, ella. Delicadas facciones, piel blanca y lisa. Labios firmes de tonalidad rosa claro sin rastro de carmín. Finos cabellos formando delicados bucles, mas allá de los hombros. Cejas de delicado trazo como alas de golondrina y ojos despiertos de rizadas pestañas. Alza una mano de dedos largos y manicura perfecta y toca el espejo. Femenino singular, ella. Sus ojos resbalan por la imagen hasta posarse fríamente en el carnet de identidad que descansa sobre el neceser que ha preparado para llevarse al hospital. Antonio Díaz Cuadrado. Femenino singular, ella. Cierra los ojos, mañana, piensa, eso será una realidad.